miércoles, 20 de noviembre de 2013

Vivir el futuro

Puede haber algo más angustioso que vivir en un continuo recuerdo? Puede haber algo peor que rememorar una y otra vez las mismas secuencias de tu vida? Puede haber algo peor que la espiral nostálgica que te atrapa en otoño y no te suelta hasta primavera? Lo puede haber? Lo hay. Si hay algo que me angustia todavía más que vivir en el pasado es no vivir el ahora pensando en el futuro, el futuro que nunca llega, que por mucho que planees no saldrá como tú quieres, todo se irá a la mierda por cualquier cosa que tu cabeza no había calculado. El universo es mucho más complejo que lo que nuestra mente-cuerpo-espíritu pueda entender, no podemos preverlo todo; no podemos calcular cada punto y coma de nuestra vida, no sabemos lo que pasará mañana, si seguiremos vivas, o si viviremos tanto que nos aburriremos de nosotras mismas. No podemos volcar nuestra felicidad en el futuro, pero, es que es tan bonito soñar despierta, es tan maravilloso dejar volar la imaginación construyendo un futuro imperfecto pero que encaja perfectamente con nuestros deseos, es tan bonito todo que dejamos de vivir en el presente, es decir, dejamos de vivir, morimos sin dejar de respirar.

Últimamente tengo insomnio, bueno, no es que no duerma, más bien es que me he convertido en un animal nocturno. Me paso las noches pensando en el mañana, y en el mañana del mañana. Imagino mi vida en diferentes sitios del mundo, con distintas personas, con situaciones diversas. Imagino mi vida como yo quiero, acorde a mis deseos y mis ideas; pero también imagino mi vida si hubiera nacido en otra parte del mundo, o en otra época, o con otro cuerpo, o en otra clase social o con otro género asignado. Pienso en escapar de aquí, en salir corriendo, volando, pero, a dónde? Por qué? De qué huyo? Quién me persigue? Por qué siento miedo? No entiendo nada, mi cabeza da vueltas de tanta pantalla, pantalla que mitiga virtualmente mis noches de soledad, esa pantalla que miro hasta que mis ojos se cierran más veces de las que deberían, es entonces cuando pienso "es hora de dormir y descansar". Me doy cuenta de que son las cinco de la mañana, la garganta se me hace un nudo (demasiados nudos acumulados en tan poco tiempo, empieza a costarme tragar), otra noche más tirada a la basura, y como consecuencia otro día más desperdiciado, y pensando en tanto desperdicio pierdo otra hora más hasta que el cansancio absoluto desconecta mi consciente y me empuja hacia el fondo de mis miedos y deseos, entonces sueño.
 
Y cada sueño es un deseo no cumplido, un espejo roto en miles de trozos que no conseguirán juntarse nunca, son las cenizas esparcidas por el viento del árbol quemado que jamás volverá a vivir, son el arroyo que fluye en primavera que no volverá a ser nieve. Pero me niego, me resisto, juntaré las cenizas, los cristales y el agua; los meteré en mi baúl de los deseos para crear algo nuevo, que no será ese espejo, ni ese árbol, ni será nieve pura; seré yo nacida desde ellxs, nacida de mis sueños rotos. Pero hay sueños que muestran otro lado más amargo si cabe que los deseos perdidos, estoy hablando de los miedos, miedos que se cuelan en mi cabeza sin pedir permiso, aparecen de la nada, porque sí, porque quieren, porque son la autoridad. No aparezcas, no te quiero, me asustas y paralizas, vete, o por lo menos deja de estar tan presente, he intentado convivir contigo, pero te estás apoderando de mis ilusiones y mis ganas de vivir, no te quiero, vete para siempre.

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