martes, 2 de julio de 2013

Adictas a la tristeza

Adicta, porque me engancha, porque me duele y quiero más, porque sé que no me sienta bien, porque aun así sigo queriendo sentirla una vez más, porque me desgarra por dentro y a pesar de todo la busco, y sino la busco ella siempre me encuentra, porque quiero dejarla y no puedo, nunca podré, es una compañera eterna, la brevedad eterna que dura la vida.

Tristeza, tristeza que no me abandonas, tristeza que anda entre las sombras acechando en los momentos de flaqueza, tristeza, que sin ella las alegrías no tendrían sentido. Tristeza cuando sangro por dentro y cuando sangro por fuera. Tristeza porque me da la gana, tristeza porque hace años se murió mi abuela y seguimos conectadas, tristeza porque muchas más murieron sin probar la vida, tristeza por la sexualidad perdida en cada útero bloqueado, tristeza en momentos alegres, fugaces como una sonrisa, tristeza porque la vida se nos escapa con cada latido y la dejamos morir por cada corazón roto, tristeza porque no entiendo nada, tristeza porque entiendo todo demasiado bien y no me gusta lo que veo, tristeza porque el mundo es una mierda, tristeza si lucho, mucha más tristeza si dejo que la corriente me arrastre, tristeza porque os quiero y el tiempo nunca es suficiente, tristeza cuando estoy sola, tristeza si estoy contigo, tristeza porque sé que muero, tristeza por seguir viva.

Tristeza, te odio y te quiero, te mataría si pudiera, pero te necesito. Te necesito porque me ayudas a pensar, a pensarme y a mirarme a mi misma, porque me haces ver que nada es para siempre, porque cuando salgo de ti los buenos momentos son mucho más intensos. Intensidad, como saber que la muerte nos llega a todas y notar el sabor de la sangre cuando te muerdo, intensidad es lo que quiero sentir y tú me ayudas, por eso soy adicta a ti, mi única droga.


Este texto se lo dedico a todas las personas que están, han estado o estarán tristes en algún momento de su vida, y estando en ese proceso de la vida alguien les ha querido obligar a salir de ese estado a base de hacerles sentir peor, porque la tristeza de otras les ha recordado su propia tristeza y no han sabido plantarle cara a sus miedos. Por nuestro derecho a estar tristes, a enfadarnos, a cabrearnos y romper cosas; porque la felicidad son momentos que vienen y no un estado perpetuo; por el derecho a llorar y gritar a pleno pulmón en cualquier momento y lugar sin ser juzgadas. Por mí, por todas.

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